sábado, 21 de febrero de 2009

La educación en venta

Alguna vez el escritor francés Víctor Hugo, autor de novelas como Los Miserables y Nuestra Señora de París aseguró que “No hay malas hierbas ni hombres malos; sólo hay malos cultivadores”. Usando esta metáfora para hacer alusión a la educación.

La educación es un factor indispensable en la trascendencia del ser humano, tanto individualmente como para toda una sociedad, desde los griegos podemos apreciar el proceso de enseñanza-aprendizaje, Platón aprendió de Sócrates, Aristóteles fue una gran influencia en el pensamiento de Alejandro Magno, incluso aquellos persuasores de las masas, los sofistas llegaron a cobrar por transmitir el conocimiento, la sabiduría.

Es inherente al hombre el aprendizaje, buscamos las respuestas a lo que ignoramos y es esta la misma razón por la cual nos comunicamos, “Porque el hombre no es Dios”, no sabe y necesita conocer, obtener respuestas, así lo dijo el filósofo Italiano Umberto Eco. Es además por medio de la educación que podemos aspirar a ser más libres, conociendo nuestro alrededor y nuestros alcances y limitaciones.

En cuanto al desarrollo de una nación, es completamente coherente que la educación se convierte en el cimiento que mantiene en pie toda esa estructura, cuanto mejor cimientos tenga será más difícil se encuentre frágil ante los peligros. En México, seguimos lidiando con la construcción de una base sólida capaz de permitir crear un sistema más justo, ¿cómo controlar la inseguridad, el narcotráfico, el desempleo, entre tantas otras cosas sin primero echar un vistazo a la raíz de los problemas?

Nuestro país paga las consecuencias de estar a merced de quienes ven en la educación el negocio perfecto, aquellos que encuentran en llevar a cabo el papel de cultivadores una cómoda posibilidad de recibir una paga, sin importarles la tarea tan delicada que implica. Aunado a aquellos encargados de velar por el bienestar del pueblo que encuentran en la ignorancia un verdadero bacanal digno del César.

En este sistema obtener un espacio dentro de la enseñanza pública (las llamadas plazas) es equivalente a traspasar o heredar las placas de un taxi al mejor postor, una labor de comercio totalmente descarada. Es decir que si un maestro se convierte en el poseedor de una plaza en la enseñanza y llega el momento de su jubilación, o simplemente desea dedicarse a algo más, tiene completa libertad de darle a un familiar el puesto o ganarse unos cuantos pesos por la venta de ella.

Los espacios a la enseñanza deben estar reservados a aquellos que mediante la capacidad y el conocimiento lo han conseguido, y cuando llega aquel momento en que han entregado lo suficiente a la labor, son dignos de gozar de una retribución, una jubilación, y es entonces momento para que el estado decida mediante un minucioso estudio a los aspirantes, el otorgamiento de ese privilegiado lugar.

Este sistema propiciaría también una evidente competencia que obligaría a los profesores al esfuerzo y constante preparación para conservar sus empleos, lo que conllevaría a aminorar en gran medida esa pasividad de aquellos incapaces que ven pasar el reloj sin importarles la cosecha esperando el pago quincenal.

Quiero cerrar aclarando que este obviamente no es el único problema de la educación en nuestro país, hay tantos factores que son tan influyentes como éste, y es que a pesar de presumir la implementación de teorías de la educación revolucionarias, seguimos contando con un sistema basado en un proceso lineal, tratando de influir en la conducta del sujeto y considerando al educador como un poseedor de la verdad que descarga sus conocimientos sobre el alumno, una visión completamente incoherente para nuestra época. “El maestro que intenta enseñar sin inspirar en el alumno el deseo de aprender está tratando de forjar un hierro frío”, Horace Mann.

No hay comentarios: